Los primeros 15 años del IECS: hicimos mucho, estamos preparados para hacer mucho más

BOLETÍN N°100

Si bien nuestro foco inicial fue la evaluación de las tecnologías sanitarias, hoy somos una institución multidisciplinaria comprometida con la mejora de la salud pública.

¿Dónde nacen exactamente los ríos? ¿En la nieve que se deshiela? ¿En las lluvias que alimentan su fuente? ¿En la confluencia de otros cursos? ¿En el declive que encausa su caudal? De manera análoga, a menudo resulta difícil rastrear el momento preciso en que surgen las instituciones. Tienen una fecha formal de inauguración, un acta fundacional, y es lo que este año tomamos como referencia para celebrar el 15 aniversario del IECS. Pero también es cierto que existe una historia anterior, que vale la pena rescatar. Y que marca también la cultura y los valores que nos enorgullece defender. 

El origen del IECS se remonta a fines de la década del ‘90, cuando un pequeño grupo de médicos impulsamos la creación de una maestría en Efectividad Clínica en la Facultad de Medicina de la UBA, siguiendo el modelo y la inspiración de un posgrado de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Esa maestría, conocida en la actualidad de manera informal como Programa de Efectividad Clínica o “PEC” (y que hoy tiene más de 500 graduados), contribuyó a introducir en el país el concepto de que existe una distancia entre los resultados de eficacia en estudios clínicos aislados y la verdadera efectividad de las intervenciones desde un punto de vista relevante para la salud pública y la valoración crítica de las evidencias a la hora de tomar decisiones sanitarias.

Era una perspectiva que buscaba vincular la producción puramente académica con el mundo real. Que empezó a formular interrogantes y explorar respuestas pertinentes a las necesidades específicas de las personas de carne y hueso y a la gestión eficiente de los recursos. Esa perspectiva  defendía la investigación, pero para modificar la realidad. Si, por ejemplo, hay un ensayo clínico que muestra que un medicamento baja un 30% el colesterol, ¿qué tan significativo resulta eso para los pacientes, cuando, en realidad, lo que pretenden es tener menos infartos o vivir más años? ¿Esta eficacia “bioquímica” se traduce en resultados clínicos relevantes para los pacientes y la salud pública? ¿Es posible comparar su eficacia y seguridad con la de otras intervenciones? ¿Constituye un uso eficiente de los recursos sanitarios? ¿Cuál es su impacto en términos de equidad?

No eran preguntas que entonces muchos se hicieran. Ni que se abordaran con equipos técnicos específicos. Entonces, más allá de formar recursos humanos, vislumbramos la oportunidad de ocupar ese espacio y satisfacer la demanda contenida. A la experiencia docente inicial del “PEC”, casi de inmediato se sumaron consultorías para la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), con el fin de evaluar la composición del Plan Médico Obligatorio (PMO); y, más adelante, acuerdos similares con otras instituciones públicas, de la seguridad social y privadas de la Argentina y de otros países de la Latinoamérica. Entonces decidimos hacer la transición desde un programa académico a una organización. El IECS empezaba a tomar forma y a generar recursos genuinos. Desde la Escuela de Salud Pública de la UBA, donde funciona la secretaría de la Maestría, con apenas dos empleados, en 2005 pudimos mudarnos a un departamento a 2 cuadras de la Facultad de Medicina y ampliar el personal técnico y administrativo. Para cuando abrimos nuestra actual sede, en el barrio porteño de Palermo, a fines de 2010, nuestro plantel ya rondaba el medio centenar.  

Por supuesto, también se diversificó el foco de nuestras actividades. Y un hito en ese aspecto fue en el 2006, cuando se integró el grupo que hoy conforma el Departamento de Investigación en Salud de la Madre y el Niño. Ellos nos trajeron una experiencia vinculada a la dinámica de la competición por subsidios para investigación, publicaciones en revistas científicas del máximo nivel y estudios primarios en distintas áreas de la salud. Ya no seríamos una mera agencia de evaluaciones sanitarias, sino que expandimos nuestra visión y nos perfilamos como lo que hoy somos: una institución dedicada desde múltiples planos a mejorar la salud pública.

Mirando en perspectiva, volviendo a los orígenes del IECS en el año  2000, en un clima de enorme incertidumbre en el país, es indudable que los logros superan nuestras expectativas iniciales. En 15 años de trayectoria, pudimos conformar y contener una unidad ejecutora del CONICET y un Centro Cochrane, además de actuar como centro colaborador de la OMS; coordinamos 303 proyectos de investigación en 26 países; publicamos más de 400 artículos en revistas científicas internacionales y ofrecemos más de 50 programas de capacitación en el campo de la salud pública. Pero, más allá de los números, pudimos consolidarnos como una institución dinámica y multifacética que busca generar y promover la mejor evidencia científica para contribuir a mejorar la salud global.

Cuando se cumplieron 10 años del IECS, nuestro ex director general, Dr. Adolfo Rubinstein, señaló que el IECS era “una organización sustentable impregnada de mística, crecimiento, reconocimiento y proyección”. Hoy reafirmo esas palabras, y agrego: una institución apoyada en el empeño, el compromiso y la dedicación de todos los que trabajamos aquí, convencidos de que es posible generar conocimiento para resolver nuestros problemas prioritarios y lograr sistemas de salud más efectivos, eficientes y equitativos. En 15 jóvenes años, hicimos más de lo que soñamos en los inicios. Queremos seguir en este camino. 

Por Dr. Andrés Pichón Riviere, director ejecutivo del IECS.