El factor humano en el tiempo de las máquinas

BOLETÍN N°102

La incorporación de la tecnología se impone en el ámbito de la salud, pero es necesario articularla con las competencias y rutinas del personal para que mejoren efectivamente los procesos de atención. 

La industria de la aviación advirtió hace varias décadas que la tecnología avanza mucho más rápido que la habilidad de predecir la posible interacción de los pilotos con ella. Y por eso, en todas las fases de sus procesos de diseño, han incorporado especialistas en factores humanos que permiten optimizar la interface con las máquinas y potenciar la performance de la tripulación, de modo tal de compensar sus limitaciones naturales. No parecen haberlo hecho mal: aunque las horas de vuelo en el mundo se duplicaron entre 1993 y 2013, en ese lapso las muertes anuales por accidentes cayeron de 450 a 250. ¿Podemos jactarnos de logros similares en el sector de la salud?

Aunque las lecciones de la aviación no pueden ser transferidas de manera lineal a la salud, sí es cierto que la irrupción de la tecnología en el ámbito médico y su impacto sobre los procesos de atención debería ser abordada con el mismo celo. Ese fue uno de los temas discutidos en la 8va Jornada Abierta del Foro Latinoamericano Colaborativo en Calidad y Seguridad en Salud, que se celebró en Buenos Aires en septiembre pasado y convocó a unos 250 especialistas de Argentina y países de la región.

En calidad en salud, el factor humano se suele observar desde el plano de las fallas. ¿Por qué se interpretó mal una indicación? ¿Por qué se omitió una determinada medida de prevención? ¿Por qué se abusó de determinada práctica? Sin embargo, las intervenciones ante las fallas ponen de relieve que el componente humano también puede actuar como un catalizador de las mejoras.

Algunas de las estrategias para operar positivamente en la dimensión humana recuerdan los esfuerzos de las líneas aéreas. Hay que facilitar la tarea del personal. Por ejemplo, implementando listas de verificación que sean simples de ejecutar. Asegurando la incorporación de tecnologías “humanizadas”, que se adapten de manera natural a las tareas cotidianas. O pensando bien en qué eslabones del proceso [de atención] se va a recurrir al soporte tecnológico: en el lugar inadecuado, las máquinas o sistemas de información corren el riesgo de transformarse en un obstáculo más que en una ayuda.

También es necesario identificar cuál es el parámetro que se va a medir para documentar resultados. La intervención tecnológica no necesariamente debe limitarse a acelerar determinado proceso: también debe incrementar la seguridad del paciente o aumentar la capacidad de proveer información, entre otras variables. Las encuestas de calidad y otras herramientas de monitoreo deberían añadirse de modo sistemático como insumo para el ciclo de mejoras institucional.  

Por último, en la era de la información, la tecnología no tiene que interferir con la interacción directa entre las personas (profesionales y pacientes). El 80% de los grandes eventos adversos tienen que ver con problemas de comunicación. La mitad de las indicaciones y consignas que se brinda a los pacientes se olvida al abandonar el consultorio. Hay que tomarse el tiempo para asegurar esta fase del proceso. El registro en la historia clínica electrónica no puede reemplazar el diálogo cara a cara entre colegas, que se transforma así en una oportunidad para compartir preocupaciones, disipar dudas, aclarar malentendidos o incluso evaluar la situación clínica desde otra perspectiva.

Por Dra. Viviana Rodríguez, médica certificada en seguridad del paciente y coordinadora del Departamento de Calidad de Atención Médica y Seguridad del Paciente del IECS.