Calcio: estrategias de fortificación para suplir su déficit

MAYO – JUNIO 2022
Ver newsletter completo

Aunque el calcio es conocido por su efecto sobre la densidad mineral ósea, estudios que se han ido acumulando en las últimas décadas muestran que asegurar ingestas adecuadas del nutriente tiene beneficios que van más allá de los huesos. Por ejemplo, disminuye la presión arterial, especialmente en los jóvenes. Y también previene trastornos hipertensivos del embarazo, niveles de colesterol, cálculos renales y adenomas colorrectales.

Hay incertidumbre respecto de los niveles reales y óptimos de ingesta de calcio para diferentes edades, sexos y condiciones fisiológicas, pero existe consenso de que la dieta habitual solo aporta una fracción de la cantidad necesaria (especialmente en países de bajos y medianos ingresos) y los cambios de alimentación son difíciles de implementar en breves períodos.

Desde hace algunos años, en el IECS ya había identificado el rol del calcio en la prevención de la preeclampsia e impulsamos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hiciera una recomendación formal de suplementación como parte del cuidado antenatal. Ahora estamos explorando la viabilidad de suplir el déficit del nutriente mediante la fortificación en el agua corriente y en la harina.

Es un enfoque de salud pública que podría suplir las demandas de ingesta del mineral en las personas más vulnerables. Estudios realizados, en marcha o proyectados por nuestro equipo incluyen simulaciones sobre el aporte adicional que se alcanzaría en diferentes poblaciones según el patrón de consumo o el efecto del enriquecimiento sobre propiedades industriales o el sabor. Cada estrategia tiene sus ventajas y limitaciones. También influyen particularidades locales: el agua de red de Buenos Aires, por ejemplo, aporta un cuarto de calcio/litro que la de Londres.

Pero para impulsar políticas públicas en salud, no se trata solo de superar eventuales barreras técnicas, sino también de despejar prejuicios.  La fortificación solo haría exceder los máximos límites recomendados de ingesta en una proporción mínima de la población. Por otra parte, es falso que niveles altos de calcio aumenten el riesgo de cálculos renales, como muchos creen, sino que ocurre justamente lo contario (porque favorece la precipitación de oxalatos en el tracto digestivo y no en los túbulos del riñón).  

Por otra parte, teniendo en cuenta solamente las incidencias de la preeclampsia y de los defectos del tubo neural, la magnitud de los beneficios de la fortificación con calcio en términos de salud pública podrían superar a los asociados a la fortificación con ácido fólico, que por supuesto todos encomiamos y nadie discute.  En síntesis: implementar medidas para enriquecer el consumo de calcio podría ser una intervención de utilidad global, costo-efectiva, segura y aceptable para mejorar la salud y prevenir muertes de millones de personas. No podemos darnos el lujo de ignorar su potencial.

Por el Dr. José Belizán, presidente e investigador del IECS e investigador principal del CONICET, y la Dra. Gabriela Cormick, investigadora del IECS y vicedirectora del Centro de Investigación de Epidemiología y Salud Pública (CIESP-CONICET)