La última edición de la revista científica The Lancet, de la que participó el IECS, señala que a nivel global las muertes intrauterinas (embarazos de más de 22 semanas) provocan que anualmente 2.6 millones de padres sufran en silencio la pérdida de sus bebés en gestación. En Argentina se registran 5017 casos por año. El tema constituye un tabú y tiene como consecuencia “invisible” la depresión materna.
La mitad de las muertes en gestación que se registran a nivel global (1.3 millones) ocurre durante el trabajo de parto y el nacimiento, tras nueve meses de gestación, y la mayoría son evitables, pues se podrían prevenir mejorando la calidad de atención médica. La mortalidad fetal tiene también consecuencias “invisibles”: más de 4,2 millones de madres viven con síntomas de depresión, los cuales se prolongan incluso años después de haberse producido el deceso del bebé.
Estos datos surgen del último número de la revista científica The Lancet, difundido el 19 de enero, el cual contó con la participación del IECS y consta de 5 artículos que reflejan la situación de 186 países.
El trabajo fue realizado por un grupo de estudio formado por profesionales del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA); Save the Children; el Instituto Noruego de Salud Pública, el Instituto de Investigación Mater; la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y las universidades de Queensland (Australia) y Manchester (Reino Unido).
A dicho equipo se sumó un grupo asesor formado por más de 30 instituciones de distintos países, entre las que se encuentran dos organizaciones argentinas: el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), que se dedica a investigación en salud, yla Fundación Era en Abril, abocada a brindar apoyo a padres de bebés fallecidos.
En Argentina, la muerte intrauterina representa el 0.45 por ciento de los nacimientos (4.5 por mil), esto significa 5017 muertes por año (aproximadamente 14 por día). “Uno de los problemas que impide tener más logros en esta problemática es que el tema constituye un tabú. Socialmente, es un tema del que no se habla. Las muertes de bebés en gestación generan un impacto y un dolor tan grande, tanto en los padres como en los profesionales de la salud, que muchas veces se reacciona como se puede. Los proveedores de salud no estamos preparados para afrontar estos decesos. Es importante que recibamos una preparación específica y que favorezcamos la interacción de las familias con psicólogos y psiquiatras especializados, para así minimizar al máximo las consecuencias psicológicas y afectivas de las familias afectadas”, asegura José Belizán, médico obstetra e investigador del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) que trabajó en la revisión de los artículos de The Lancet.
La consultora psicológica, especialista en duelo perinatal, fundadora de la Fundación Era en Abril y miembro de la junta directiva de International Stillbirth Alliance, Jessica Ruidiaz, agrega: “El tabú por la muerte de un bebé es enorme y deriva en la minimización del dolor. A la madre se le dice que es joven, que va a poder tener otro hijo, como si eso mitigara el dolor. Se considera que el tiempo de duelo debe ser corto porque el bebé no llegó a nacer y se supone que no tuvo un vínculo emocional. Esas creencias erróneas empujan a los padres a hacer un duelo silencioso y en soledad”.
“No hay que subestimar ni negar la experiencia de los padres que atravesaron estas tragedias. Por el contrario, hay que validar el dolor de la pérdida sin intentar mitigarlo”, agrega Ruidíaz, quien también subraya que “la realización de la autopsia es difícil pero clave para prevenir futuras pérdidas”. En este sentido, Belizán afirma: “Los médicos debemos indagar al máximo en las causas y en el proceso que derivó en cada muerte para poder trabajar precozmente en acciones que permitan no repetir estos eventos en el futuro”.
Belizán señala la relevancia de acompañar el duelo de los padres y de recurrir a profesionales con experiencia en duelo perinatal. Ruidiaz, coincide y destaca: “Es importante hacer bien el duelo. Si se lo niega de entrada, si las madres no ven a sus bebés, si no los llaman por su nombre, si no los tocan, alzan y se despiden de ellos, no pueden empezar a hacer el duelo. Los duelos que no se hacen bien, corren el riesgo de convertirse en patológicos, con síntomas depresivos y de ansiedad.” También ocasionan conflictos de pareja. Además, las presiones sociales y familiares para tener otro hijo hacen que si el duelo anterior no estuvo bien resuelto, el nuevo embarazo pueda vivirse con ansiedad.