BOLETÍN N° 123
En Argentina, y en otros países de la región, hay un amplio margen para incrementar los impuestos al cigarrillo, desalentando así su consumo. Ello permitiría que los países obtengan importantes beneficios sanitarios y económicos, con implicancias en la equidad.
Los llamados “impuestos saludables” son definidos por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como aquellos que gravan productos cuyo consumo constituye un factor de riesgo importante para múltiples enfermedades no transmisibles, y que cumplen la función de disuadir su compra porque los vuelve menos asequibles. En otras palabras, los impuestos pueden ser instrumentos de salud que complementen o potencien avances conseguidos mediante otras medidas, como puede ser la limitación de la publicidad o regulaciones al acceso o consumo en determinados ámbitos.
Es el caso de los productos del tabaco. En un estudio de modelado que condujimos desde el IECS con datos de cinco países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Colombia, Ecuador, México y Perú), constatamos que existe mucho margen para incrementarlos. En Argentina, por ejemplo, nuestros cálculos muestran que de cada 100 pesos que se pierden debido al tabaquismo (por costos directos e indirectos atribuibles a la atención de problemas de salud, pérdida de productividad laboral y cuidadores informales), solo se recuperan 26 por impuestos. La situación es muy parecida en los otros países (ver en www.iecs.org.ar/tabaco).
Los impuestos saludables generan una triple ganancia: disminuyen eventos de salud; aumentan la recaudación fiscal; y corrigen cuestiones de equidad, porque quienes más se benefician con esa política son los grupos más vulnerables (primeros quintiles de ingreso). En síntesis: reducen las pérdidas y originan recursos genuinos.
Construir y poner la evidencia sobre el impacto económico en la escena pública también ayuda a movilizar a otros actores, como ministerios de finanzas, en políticas de control del consumo de cigarrillo. Para impulsar medidas sanitarias, no alcanza con convencer a los convencidos (que suelen ser los funcionarios de salud): hay que lograr involucrar a otros sectores políticos y organizaciones de la sociedad civil. Es necesario ese apoyo multisectorial para poder afrontar la resistencia de la poderosa industria tabacalera.
Asimismo, para potenciar la incidencia política en escala regional, buscamos compartir iniciativas conjuntas con instituciones de referencia en otros países. Uno de los proyectos que tenemos en marcha con ese fin, “Synergy”, cuenta con el apoyo financiero del International Development Research Center (IDRC) de Canadá e integra los esfuerzos del IECS dentro de una alianza con la Fundación Anáas de Colombia y el Instituto Nacional de Salud Pública de México.
No hay tiempo que perder. En Argentina, durante 2020, el cigarrillo mató tanta gente como COVID-19, una enfermedad nueva para la cual se ignoraban tratamientos y no existían vacunas. Pero, con el tabaquismo, hace 70 años que sabemos que mata, sabemos las enormes ganancias que genera para la industria y también sabemos lo que hay que hacer para combatirlo. La evidencia, una vez más, debería transformarse en una guía para la acción.
Por Alfredo Palacios, economista y coordinador de Economía de la Salud del IECS.