DEL BOLETIN Nro. 87 – Marzo / Abril 2015 Todos aquellos que alguna vez se detengan a mirar algún programa televisivo de cocina podrán observar con qué liviandad los cocineros sugieren saborizar las comidas agregando una pizca de sal. Es hora de advertir que si consumimos diariamente los 0,5 gramos que aproximadamente tiene ese montoncito de sal que cabe entre la punta de tres dedos (la cuarta parte de un sobrecito) estaremos aumentando la mortalidad cardiovascular un 1 por ciento, por encima del consumo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 5 gramos. Así lo demuestra un estudio científico publicado recientemente en la revista Public Health Nutrition llevado adelante por el IECS a través de su Centro de Excelencia en Salud Cardiovascular para el Cono Sur (CESCAS) y escrito por un grupo de investigadores del que formo parte. Dicho estudio analizó los datos de 229.785 personas sanas, de entre 25 y 79 años, de distintos países con períodos de seguimiento de entre 5 y 20 años. Determinó que las personas que consumen en promedio entre 8 y 13 gramos diarios de sal (o entre cuatro y seis sobrecitos, como es el consumo promedio argentino) incrementaron un 12% la mortalidad cardiovascular con respecto del consumo de entre 3 y 5 gramos diarios que recomienda no superar la Organización Mundial de la Salud. El estudio demostró que los hipertensos y los de más edad, como era de esperar, son los más afectados. En general, la gente sabe que comer con mucha sal no es bueno, pero desconoce que agregar esa pizca que tan livianamente sugieren los cocineros ya trae consecuencias. Por eso este estudio me parece particularmente interesante. Se trata de una revisión sistemática y meta-análisis que constituye el primer trabajo en poder resumir los resultados de estudios epidemiológicos que analizaron el efecto del sodio sobre la mortalidad cardiovascular. En Argentina se estima que el consumo de sal promedio es superior a 10 gramos por día, cifra que excede los parámetros ideales. Afortunadamente, nuestro país es el primero de América Latina que reguló el contenido de sodio en alimentos procesados. Contamos con una ley (Ley Nacional Nº26.905) que fue sancionada en 2013 y puesta en vigencia en diciembre de 2014 que establece, en una primera etapa, el descenso de la cantidad de sodio que deben tener ciertos alimentos procesados (como productos cárnicos y derivados, farináceos y sopas). Si bien el marco legal es de suma importancia, sería interesante que los cocineros mediáticos, que tienen directa llegada a la mesa de la población general, colaboren con informar sobre el riesgo del consumo de sodio, pues la hipertensión arterial constituye uno de los primordiales problemas en salud pública en Argentina (se trata del principal factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares). En tanto inciden diariamente en la preparación de los alimentos, los comunicadores de los medios podrían dar consejos útiles para bajar el consumo de sodio en los hogares haciendo hincapié en cuestiones básicas, como reemplazar la sal por hierbas o limón (elementos que saborizan sin agregar sodio) y no poner el salero en la mesa, para así evitar la tentación de agregar sal a las comidas. También sería interesante que los profesionales de la salud en general, y quienes nos dedicamos a la investigación científica en particular, seamos parte de esta “cruzada” y hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que la evidencia científica trascienda la bibliografía médica y cobre vida en los hogares. Este mensaje debe alcanzar no sólo a población hipertensa sino a toda la población argentina, pues los beneficios de reducir el consumo de sal los alcanza a todos.
Por Dra. Rosana Poggio, cardióloga especializada en epidemiología cardiovascular del IECS, miembro de CESCAS.