BOLETÍN N°95
En la sociedad de la información, el problema de los científicos ya no es encontrar artículos, sino identificar los que son verdaderamente relevantes.
Si alguien quisiera hacerme enojar, no necesita más que decir que un bibliotecario es irrelevante existiendo Google, ya que al fin y al cabo, todo está en Internet. Pero si en vez de eso quisiera ponerme en un brete, le bastaría preguntarme en qué consiste el trabajo de un bibliotecario en el IECS.
Tradicionalmente, el trabajo del bibliotecario consistía en registrar los materiales de una colección y organizarla, de forma tal que la información contenida en libros y revistas fuera accesible para los usuarios de la información. Aunque esa labor sigue siendo conceptualmente más o menos la misma, en el contexto de la “sociedad de la información”, las cosas han cambiado lo suficiente como para la explicación sea un poco más compleja.
Hoy en día la información ya no se guarda en tabletas de arcilla como sucedía en la biblioteca de Asurbanipal, en la ciudad sumeria de Nínive, en el siglo VII antes de Cristo, la más antigua de la historia. Ahora tiene múltiples formatos y es más accesible, pero está sorprendentemente dispersa y desordenada. Aunque el trabajo del bibliotecario sigue siendo administrar recursos de información, el concepto es un poco más difícil de explicar.
Consideremos primero algunos datos con respecto a lo que ocurre con la información científica en estos tiempos, en los que la producción de documentos crece exponencialmente:
- La humanidad ha generado más información en los últimos treinta años que en los anteriores cinco mil.
- A escala mundial se publican más de mil libros por día.
- El conocimiento científico impreso se duplica cada ocho años.
- En ciencias de la salud, el corpus se duplica cada cinco años.
- La principal base de datos en ciencias de la salud (MedLine) contiene a fecha de hoy 26 millones de citas bibliográficas.
Un estudio realizado décadas atrás realizó un relevamiento sobre una veintena de revistas de medicina interna, encontrando que entre todas publicaron más de seis mil artículos de importancia clínica en sólo un año. Un médico con expectativas de mantenerse actualizado en su especialidad debería leer unos 17 artículos por día los 365 días del año1.
En medio de este alud de publicaciones científicas, parte del problema del investigador no es tanto encontrar información, sino identificar sólo aquella que es relevante para su trabajo. Y en esto es precisamente en lo que trabajamos los bibliotecarios en la sociedad de la información: nuestro desafío es identificar, evaluar, difundir y dar acceso a información.
Veamos esto detenidamente:
Identificar: Entendemos por identificar, a obtener noticia acerca de un documento con el potencial de responder a la pregunta de nuestro lector. Es la parte más difícil de nuestro trabajo, ya que somos especialistas en información, pero no en el área de trabajo de los investigadores. Para identificar un núcleo de textos que podrían solucionar la necesidad de información de un investigador, es preciso entrevistarse con él y entender qué necesita saber, cuánto necesita saber y, por sobre todo, para qué lo necesita.
Evaluar: No toda la información es útil. De hecho, en el caso de la investigación en salud, la mayor parte de la información es irrelevante o no aporta evidencia científica de calidad. La investigación en salud exige que se trabaje con textos que aporten o estén basados en evidencia, por lo que implica “filtrar” de una búsqueda la mayor parte de resultados irrelevantes que arroja una base de datos. Podríamos resumir este concepto diciendo que sería hacer una búsqueda eficiente de información.
Difundir: La información carece de utilidad si no llega a un lector. Así que es necesario que nuestro lector sepa que existe uno o más documentos relevantes para su trabajo. Mejor aún si los puede seleccionar de una lista de acuerdo al criterio que más provecho le aporte.
Dar acceso: La literatura científica actual circula principalmente en revistas con formato digital, o por lo menos aparece de esta forma antes que en su soporte impreso. Para que el lector pueda tomar contacto con estos documentos relevantes para su labor, es preciso realizar las gestiones que garanticen ese acceso. De este modo, las bibliotecas actuales son más parecidas a un centro de administración de recursos informativos que a la imagen mental que generalmente tenemos de enormes estanterías con libros y revistas.
Es justamente por eso que en el IECS, los bibliotecarios trabajamos a la par de los científicos. Y ya saben: Google puede encontrar millones de respuestas. Un bibliotecario puede encontrar la adecuada.
Por Lic. Daniel Comandé, bibliotecario del IECS y director de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
- Haynes R. Where’s the meat in clinical journals? ACP Journal Club. 1993;119(3):A22.